La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
Del gobierno paralelo.
Por Manuel Ábrego.
Estamos en vísperas de las elecciones
federales, con el fin de cambiar uno de los niveles de gobierno, el
Legislativo.
Del gobierno que vemos, porque hay otro que
no vemos: el gobierno paralelo. Ese gobierno que es como el sancho, intuimos
que existe por algunos detalles, pero no sabemos a ciencia cierta quién.
Ese gobierno dice que si el Ejército debe
de salirse de la vital hidroeléctrica de Temazcal para que entren los maestros,
se salen. Que si los mentores exigen que no haya elecciones en un estado, no
las haya.
Que si en una normal rural los alumnos
deben de servir de carne de cañón, sirvan, y si en una Casa de la Cultura similar
a la de Tres Valles los alumnos deben de ir a las campañas políticas, que
vayan.
Se manejan nombres, pero no solamente en la
intimidad del hogar, sino en lo más recóndito de la mente, para no aparecer en
el río con talla cuarenta y seis y rodeado de camaroncitos por abajo, y de
moscas por arriba.
En balde votamos, mantenemos a las Fuerzas
Armadas, a la burocracia, etc.
Cuando el gobierno
paralelo dice que es de noche, aunque el Astro Rey esté quemándonos. Siempre ha
existido, si bien hay épocas en que poco se ve, pero ahí está.
Solamente que ahora se avizora un problema
que no se había visto desde que el buen Victoriano Huerta tiró al chaparrito
Madero, y Obregón tumbó a Don Venus Carr, Venustiano Carranza para los cuates.
El problema es que resulte que por la
presión del gobierno paralelo, el presidente Enrique Peña Nieto decida dejar la
Presidencia de la República. ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando,
pero al ritmo de: “A dónde irán, / veloz y derrocadas”.
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