La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
Del futurismo.
Por Manuel Ábrego.
Así como cuando se muere un mortal y ya
los pretendientes rondan a la viuda, así apenas murió el proceso electoral de
la diputación y ya hay gente que asoma la cabeza para la presidencia municipal
el dos mil diecisiete.
Para disimular hablan de que es temprano y
que sigue la gubernatura de dos años, pero ahí están. Hace pocos días, en el
ingenio Tres Valles Álvaro Vilaboa se acercó a saludar al líder Ruperto Ruiz
Cortés y de paso externó que está listo, primero para la contienda interna y
luego para la lucha grande.
El buen Vilaboa tiene su tiempo que desea
gobernar a Tres Valles, si bien solo él lo ha dicho en público, ya que la
aspiración de Valentín Reyes López es un secreto a voces pero no se ha
pregonado a los tres vientos. Eran cuatro, pero con esta austeridad no hay
mucho en donde ventear.
Hay un ex líder agrícola, un financiero, un
dirigente tricolor, dos hombres de confianza de Marcos Cano Ramos, un líder
agrícola actual, que es apenas la lista inicial de quienes quieren suceder al Hombre
de Los Naranjos, si bien es la suma de los priístas.
Panistas y amarillos bilis no tienen caras
aún, en el PAN no quieren ver a Hiram Peña De León ni a sus favorecedores,
mejor alegan que es el tiempo de trabajar por la gubernatura.
En MORENA, ahora que la vida les sonríe,
abundan los suspirantes aunque no tengan padrinos, recursos, o ganas de
gastarlos en política si los tuvieran, empezando por los indígenas, de los
cuales el que no se ve diputado local se imagina presidente municipal.
Los perredistas dan por segura una alianza
de la seudo izquierda de Tres Valles, incluído MORENA. Solo porque perdió su
registro, pero se va a extrañar al PT, que ha sido fiel casi siempre a un solo
dueño en Tres Valles, a diferencia del PVEM que ha tenido más dueños que
domicilios El Gallinazo.
El PT solamente se le escapó de las manos a
su patrocinador cuando Chucho Sánchez Cano y otros hicieron un comité en
tiempos de Adriana Leal, el cual no prosperó por la tacañería natural de sus
organizadores.
Seguiremos.
¡En la torre!, dijo el buitre y siguió
bailando, pero al ritmo de: “Soñar, imposible no hacer”.
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