La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
De los billetes mexicanos.
Por Manuel Ábrego.
Suena increíble, pero hubo
un tiempo en que la moneda mexicana era fuerte, incluso en lugares tan lejanos
como Las Filipinas se recibía mejor que otras monedas europeas.
Cuando la devaluación de De Lamadrid,
también se vio que era fuerte, pues la usábamos para calzar resortes en las
válvulas hidráulicas. En esta administración de Enrique Peña Nieto ya llegó a
los diecisiete pesos por dólar, aunque transitoriamente, pues bajó rápido. Pero
ya alarma.
Nos veremos en la necesidad de apretarnos
el cinturón, si bien llegará el día en que hasta ese cinturón haya que vender
para mantenernos. Así que, a usar focos ahorradores de energía, a comer
vegetales un poquito más, quien quiera comer fuera de casa saque una mesa a la
banqueta y así por el estilo.
Posiblemente renazca la conciencia en el
mexicano, y haya algún sector que proteste ante el Gobierno Federal por las
devaluaciones, lo que no resolvería gran cosa, pero al menos daría a conocer
que la vieja indiferencia y el conformismo nacionales están por envejecer y por
extinguirse.
Porque curiosamente, lo que en otros países
ocasiona hasta caídas de sus gobiernos,
en México lo digerimos y hasta aplaudimos como éso si fuera una gracia del
Primer Mandatario. En serio, desde aquel infausto septiembre del setenta y seis
cuando Luis Echeverría, nos tragamos las devaluaciones.
Mejor nos limitamos, renegamos, hasta nos
vamos a trabajar a Estados Unidos, pero nadie le reclama al autor de la
devaluación, o al menos le exige acciones. No. Que sigan, que al fin el Pueblo
mexicano tiene concha, y si no se informa de cuestiones de salud, menos se va
documentar sobre Finanzas.
Así que no nos damos cuenta que
indirectamente financiamos las guerras intervencionistas de los gringos, y la
bonanza de aquellos mexicanos, sean o no financieros o integrantes de alguno de
los tres poderes, que disponen de información de primera mano acerca de cuándo
se va a devaluar el peso.
Ellos protegen su economía, el Pueblo, que
pierda. ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de: “En
la corrupción, qué cosas suceden, / qué cosas suceden, en la corrupción”.
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