La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
Del exceso de agua.
Por Manuel Ábrego.
Cuando amarraban los perros con longaniza y
les tiraban tamales en lugar de piedras, existió en Tres Valles un pequeño
sistema hidrológico con canales, zanjas y agua corriente.
Si el amable lector es de los viejos
habitantes de esta ni muy noble ni muy leal ciudad, recordará entre otros los
canales que corrían en la esquina de Madero y Aquiles Serdán, en Juárez casi
esquina con Gutiérrez Barrios, el de Vicente Guerrero y otros.
Luego vino el auge, si no económico sí de
construcciones, y no faltaron inconscientes, inciviles y demás que obstruyeron
parte de los canales con cimientos, paredes y parte de alguna construcción.
Disminuyeron los canales y aumentaron los problemas. Llegaron las inundaciones.
A la fecha por ejemplo, a un lado de la vía
del ferrocarril sobre la calle Ruiz Cortínez, hacia el Sur pasando Gutiérrez
Barrios, los vecinos esperan sin resignación pero con certeza que las aguas sin
control, negras incluso, afecten sus casas, muebles y reumas.
Por el estilo anda la parte de atrás de la
capilla que en un tiempo fue el feudo del cura Gabriel, y que las lenguas
vespertinas dicen que es de otro cura sin decir quién. Ojalá al menos por su
influencia algún gobierno mejore el lugar.
Entre Corregidora y la vía, es tan
tradicional que el agua invada los hogares, que ya se pide no al ayuntamiento
sino al Cielo que no sea tan grande el daño, pues gobiernos se van y gobiernos
se vienen, y los paliativos no surten efecto.
La última administración que trabajó pero
realmente en grande fue la de la maestra Helen Fernández López, y de ahí, puras
aspirinas cuando hace falta una cirugía mayor.
Obras Públicas sería bien vista como la
salvación de Tres Valles si al autorizar una obra, analizara el posible flujo
del agua pluvial, las consecuencias, y lo más difícil, convenciera a quien
solicitó el permiso para construir que no interfiera con los canales.
Bueno, ésa sería la primera parte, pues el
punto más duro sería recorrer el área a fin de imaginar los problemas que
vendrían en cada temporada de lluvias. El asunto es de difícil solución,
primero habría que pavimentar las calles por donde va a entrar el personal de
la dependencia.
Porque si en tiempo seco parece que no
caminaran por ahí, pues en tiempo lluvioso… ¡En la torre!, dijo el buitre y
siguió bailando, pero al ritmo de: “Sabrá Dios, si tú trabajas o me engañas”.
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