La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
De la crónica de una venta
anunciada.
Por Manuel Ábrego.
Escribimos hace unos días acerca de los
suspirantes a suceder a Marcos Cano Ramos.
Lógicamente será uno solo, pues en política
no hay empates, pero como ha sucedido desde hace años, el noventa por ciento de
los que se lanzan saben que no llegarán, pero crean una situación ficticia de
tener un valor político o de representar a un número de mortales para negociar
algún puestecillo.
A la fecha se habla de doce
pretendientes, pues ya brincaron los de partidos ajenos al Revolucionario
Institucional, incluidos los del Poblado Tres que tienen por seguro que algo
debe de tocarle a los chinantecos por una obligación o un compromiso histórico que nadie ha definido.
Para los suspirantes lo que sea es bueno: una
regiduría, una dirección de Obras Públicas, la Tesorería, incluso la Secretaría.
Y para llegar se dan un valor moral, cívico y político del cual casi siempre
carecen. Además, si ya forman parte del elenco palaciego, se hacen arroz de
todos los moles.
O sea, se proyectan para su venta
posterior. Todavía recordamos a Mario Martínez Nava, buen secretario municipal
cuando J. M. Maus, quien iba a cuanto evento se le ponía enfrente acompañando a
miembros de la Comuna.
Y así vemos que funcionarios que deberían
estar en su cubil, trabajando como lo juraron hace meses, en beneficio de Tres
Valles, van a clausuras en escuelas, informes de líderes cañeros, y otras
actividades que para mayor realce cuando mucho exigen de la presencia de
regidores o alcalde.
Es así como tratan de vender su figura al
electorado buscando importancia en los actos públicos, tratando de impactar el
sentir de la gente que mientras más sencilla es, más fácil es que piense que
“Si este cuate viene a sentarse con el alcalde en la mesa de honor, ha de ser
importante”.
En ocasiones sale peor el asunto, pues les
piden que clausuren el acto, y se avientan un discurso previo que envidiaría el
Comandante Fidel Castro Ruz, tan dado a pronunciar alocuciones kilométricas.
Pero estamos en Tres Valles y ni modo que nos suicidemos.
¡En la torre!, dijo el buitre y siguió
bailando, pero al ritmo de: “Aviéntense todos”.
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