viernes, 3 de abril de 2015

El DIF en pleno conflicto

La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.

De lo improbable.

Por Manuel Ábrego.

El cartón de Ábrego
   Nos resistimos a creerlo, por improbable, por increíble, porque el DIF es la cara bonita de todo municipio.

     Es el altruismo oficial, aunque sea electorero a veces. Es la conjunción del Pueblo con necesidades y el Gobierno con soluciones, de la participación del ciudadano con la coordinación gubernamental, la dignificación de la mujer, del menor y del senecto, y más si le buscamos.

     Nos resistimos a creer que estén en una contienda que nada tiene de electoral, pero que ya llegó al grado según las lenguas viperinas, de que por orden superior le vaciaran el escritorio a Rosita Serrano de Castillo como la mejor indicación para que se multiplique por cero.

     Claro que por otra orden más superior la reinstalaron en su puesto, pero de ahí a que haya paz. Bueno. Lo peor del caso es que si ésa es la cara bonita, pues la fea ha de estar peor que pegarle a Cristo y en Semana Santa.

    Nuestro DIF tiene féminas de diferentes extracciones políticas, entre ellas algunas arco iris, y es el primer motivo quizá por el que se vean las mismas con el mismo cariño que el águila y la serpiente.

    Desgraciadamente gobernar a un Pueblo o dirigir un DIF requieren algo más que chistes tipo India María, o trato estilo campirano, pues en la urbe, sea grande o pequeña, hay profesionistas, gente pensante, comerciantes en grande, y otros especímenes a quienes hay que tratar con colmillo político.

     Gente es ésa, que confunde la bondad con el miedo, y la prudencia con el ser pen…dejo en el aire la palabra para no ofender a nadie. Dicha condición  se acentúa cuando el mandatario municipal transplantó mortales del rancho al gobierno, o hizo un coctel político en su círculo más cercano.

     En esas condiciones, solamente el Eterno tiene soluciones y quizá sea buen tiempo para invocarlo. Haré lo mismo, para que tanto el buen Nelson, como la siempre amable Faride, su hija, lleguen con tranquilidad al fin de su gestión.


     ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de: “Si me das un llegue, / te tengo que dar dos”

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