miércoles, 22 de abril de 2015

Hablemos del despilfarro de recursos en campañas

La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.

Por Manuel Abrego.

El cartón de Ábrego
    Nos pasan los detalles y no nos componemos. Se me ocurrió acompañar a un candidato a su mini gira en Tres Valles.

     En una ranchería, nos dijeron que qué les íbamos a dar como el otro, el  del Revolucionario Institucional. Mientras esperaban nuestra respuesta, desgranaban unas mazorquitas tan mínimas, que parecían criterio de Talibán.


   Aparte de ínfimas, se veía que la plaga se dio gusto con ellas perforándolas, de forma tal que los granos agujerados ni las gallinas los querían. Pero ellos esperaban aunque fuera una gorrita o una playera.

    No es diferente la situación de la gente en general, de momento quieren la playera, la gorra, la despensa, y no se fijan que de por vida, les pasa lo que a los campesinos de nuestro ejemplo, no se fijaban que habían obtenido una pobre cosecha por no poder comprar el fertilizante para su campo.

     Ellos querían algo para lucir. Un servidor pagaba cien pesos mensuales de cuota fija por el agua potable. Pues antes de empezar este tiempo electorero, la subieron a doscientos. Si consideramos que ahora pago mil doscientos más al año.

    ¿Cuántas gorras, despensas de segunda, playeras, láminas y demás dádivas de campaña se pueden pagar probablemente, no digo que lo hagan, no sólo del dinero de un servidor, sino del de miles de usuarios a quienes nos aumentaron el pago del agua potable?

     Igual pasa con aumentos a combustibles, fertilizantes, plaguicidas, comida, medicinas, en fin, a la vida. Las devaluaciones, por lo consiguiente, todo lo antes dicho son simplemente ataques a nuestro bolsillo, que además afectan en cadena a la producción de insumos para el campo, al agua potable, etc.

      Si en campaña me dan despensa, una gorra, una playera, diez láminas, no son gratis, de alguna economía salieron. 

Si las donó un riquillo, tuvo que  distraer ese dinero de algún lado, quizá de alguna prestación laboral, y su contador puede hacer deducible esa donación.

    Si las dio un partido, salieron de nuestros impuestos y del alza de la vida. Es como el caso del tipo que para que su perro comiera, le mochó la cola y se la dio picada. O como el chinanteco que para alargar su cobija, le cortó un pedazo y se lo cosió en el otro extremo. Todo sale del Pueblo.

     Pero no nos componemos aunque pasen los detalles. Atentan contra la magra economía familiar, y nos dan la playera, la gorrita y en ocasiones, una despensa a la que hay que amarrar, pues si no, se la llevan los gorgojos. Una vez cada elección. El resto del tiempo, a comerse la gorra y la playera.


     ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de: “Juan se llamaba y se comía las playeras, / y con la gorra se hacía una ilusión. / Que la visera era como una galleta,/ y que la tela le sabía a camarón”.

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