La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.
Por Manuel Abrego.
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El cartón de Ábrego |
Nos pasan los detalles y no nos componemos.
Se me ocurrió acompañar a un candidato a su mini gira en Tres Valles.
En una ranchería, nos dijeron que qué les
íbamos a dar como el otro, el del
Revolucionario Institucional. Mientras esperaban nuestra respuesta, desgranaban
unas mazorquitas tan mínimas, que parecían criterio de Talibán.
Aparte de ínfimas, se veía que la plaga se
dio gusto con ellas perforándolas, de forma tal que los granos agujerados ni
las gallinas los querían. Pero ellos esperaban aunque fuera una gorrita o una
playera.
No es diferente la situación de la gente en
general, de momento quieren la playera, la gorra, la despensa, y no se fijan
que de por vida, les pasa lo que a los campesinos de nuestro ejemplo, no se
fijaban que habían obtenido una pobre cosecha por no poder comprar el
fertilizante para su campo.
Ellos querían algo para lucir. Un servidor
pagaba cien pesos mensuales de cuota fija por el agua potable. Pues antes de
empezar este tiempo electorero, la subieron a doscientos. Si consideramos que
ahora pago mil doscientos más al año.
¿Cuántas gorras, despensas de segunda,
playeras, láminas y demás dádivas de campaña se pueden pagar probablemente, no
digo que lo hagan, no sólo del dinero de un servidor, sino del de miles de
usuarios a quienes nos aumentaron el pago del agua potable?
Igual pasa con aumentos a combustibles, fertilizantes,
plaguicidas, comida, medicinas, en fin, a la vida. Las devaluaciones, por lo
consiguiente, todo lo antes dicho son simplemente ataques a nuestro bolsillo,
que además afectan en cadena a la producción de insumos para el campo, al agua
potable, etc.
Si en campaña me dan despensa, una gorra,
una playera, diez láminas, no son gratis, de alguna economía salieron.
Si las
donó un riquillo, tuvo que distraer ese
dinero de algún lado, quizá de alguna prestación laboral, y su contador puede
hacer deducible esa donación.
Si
las dio un partido, salieron de nuestros impuestos y del alza de la vida. Es
como el caso del tipo que para que su perro comiera, le mochó la cola y se la
dio picada. O como el chinanteco que para alargar su cobija, le cortó un pedazo
y se lo cosió en el otro extremo. Todo sale del Pueblo.
Pero no nos componemos aunque pasen los
detalles. Atentan contra la magra economía familiar, y nos dan la playera, la
gorrita y en ocasiones, una despensa a la que hay que amarrar, pues si no, se
la llevan los gorgojos. Una vez cada elección. El resto del tiempo, a comerse
la gorra y la playera.
¡En la torre!, dijo el buitre y siguió
bailando, pero al ritmo de: “Juan se llamaba y se comía las playeras, / y con
la gorra se hacía una ilusión. / Que la visera era como una galleta,/ y que la
tela le sabía a camarón”.
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