lunes, 25 de mayo de 2015

De los niños de relleno.


La piedra en el zapato, azote de huleras  y culebros.



Por Manuel Ábrego.

   Una vez en una Feria del Libro, vi un ejemplar de uno escrito por un ogro, se llamaba “La Relleno para niños”, y me imaginé que sería alguna muestra del arte cocinario de los ogros,  a quienes se achacaba que comían infantes.

    Aclaro, podría haber escrito “Arte Culinario”, pero en estos días y en Tres Valles no falta quién entienda otra cosa. Pero vayamos al tema. Este lunes ví en una caravana política del Revolucionario Institucional, que tanto a pie como en camionetas, había muchos menores de edad.

    No es que me importe, pero como que acarrear niños para abultar un recorrido está en árabe. No, mejor en chinanteco, no vaya a ser la de malas y me acusen de odiar a los sirio libaneses. Alá me libre.

   Cierto, hay mamacitas que no tienen con quién dejar a sus retoños, o peor aún, con padrastros con cara de pederastas, que ellas, las mamás, de todos modos sospecharían si tuvieran cara de perredistas, pero llevarlos a sufrir las incidencias de la política suena a telenovela barata mexicana.

   Peor aún, si son madres de Oportunidades, o Prospera, como se estila hoy bajo el dominio del tricolor. Como que van presionadas, de repente, y al no haber otro remedio, cargan a su progenie. Porque la mayoría de ellas no entienden de política, y mucho menos de Ciencia Económica y Financiera.

   Eso sí, a sus descendientes les tocó playera, gorra o ambas en el mejor de los casos, en tanto ellas iban con paraguas, playera, gorra y pañuelo, rojos por supuesto. Los de diez años para abajo se veían vaciados con prendas para adultos, pero iban de rojo.

   Rojo abundancia para ahora, negro hambre para mañana. ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de: “Necesidad, cuántas cosas se cometen en tu nombre”.

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