La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
Del Escuadrón Maternal.
Por Manuel Ábrego.
En vista de que ser madre es una enfermedad
incurable, es difícil no ver al Escuadrón Maternal algún día de nuestra vida,
en algún punto de Tres Valles, especialmente en los eventos escolares. Jóvenes,
ya no tan jóvenes, abuelas, morenazas, güeritas, casadas, solteras, pero
madres, ahí están.
Así sus retoños sean alumnos del CECYTEV,
se aparecen para apoyarlos. Si de un desfile se trata, de jardín de niños o de
Universidad, el escuadrón marcha a los flancos, a veces atrás, resabio de
aquellas soldaderas que acompañaban a sus juanes o a sus revolucionarios.
Se presentan pertrechadas con cítricos,
aguas natural o de sabores, toallas, papel higiénico y mucho aguante. Así
tengan chikungunya, si hay que seguir a su descendiente a lo largo de Tres Valles,
van. Y al día y la hora de llevarlo a la escuela, sobre todo el primer día, ahí
están, aguantando.
¡Ah!, porque hay infantes que van al
plantel con más gusto que un chilango al entierro de su suegra, pero otros se
resisten como si fueran al patíbulo, y en China, además. Cuando se lo proponen,
sacan maestros de alguna escuela y ponen otros, todo sea por ver hechos buenos
ciudadanos a sus hijos.
Aunque la mayoría de las integrantes son
de clase media o baja, muy de repente se les juntan las pudientes, sobre todo
si hay una causa común. No hay pase de lista, si bien algunas se pasan de
listas. Llueva, nieve, haga calor o
truene, el Escuadrón Maternal se presentará.
Bueno, no sé qué harían si nevara, pero sé
que ahí estarán. Un cuento piadoso de los judíos, que eran medio piadosos antes
de conocer a Palestina, dice que “Dios no podía estar en todos lados, por éso
hizo a las madres”.
¡En la torre!, dijo el buitre y siguió
bailando, pero al ritmo de: “Mamacita, ¿dónde está el Escuadrón?”.
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