La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
De la venida que no fue.
Por Manuel Ábrego.
Se decía que el señor gobernador nos iba a
visitar. Desde temprana hora había un despliegue más grande que en la vida de
un sátiro. Pero no vino. El gober, no el sátiro.
¡En la torre!, dijo el buitre y siguió
bailando, pero al ritmo de:
“Once de agosto del
quince, ¡Cómo voy a olvidarte!
Nos quedamos esperando que
viniera el Jefe Duarte.
Sin esperar su ausencia,
todo el rojo pasó lista.
Desde el primer colorado
hasta el último priísta.
El diputado decía: “Jefe,
no vaya a Tres Valles.
Capaz que le solicitan que
les arregle las calles”.
Dos libaneses decían: “No
vaya a ver esas gentes.
Pues quizá se manifiesten
los cañeros disidentes”.
No fue a Ciudad Alemán,
tampoco, a ver los lagartos.
Sabe que en los tres
niveles los ve en puestos muy altos.
No vino a nuestra
industria a ver la planta de luz.
Se lo pidió el electo, por
el bien de Veracruz.
No llegó a disfrutar de
nuestros guisos mejores.
Dejó plantados a ricos, empresarios,
tricolores.
Vacío quedó por verlo, el
Palacio, casa nuestra.
No se veía un funcionario,
ni siquiera para muestra.
Para cuidar su persona
distrajeron policías.
¿Y si viene Peña Nieto,
que ha amargado nuestros días?
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