jueves, 20 de agosto de 2015

La piedra en el zapato. De la intervención divina.



La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.
De la intervención divina.
Por Manuel Ábrego.
    Una noche, casi al inicio de una pelea de box, uno de los contendientes se persignó. A un lado del ring estaba un cura, y uno de los espectadores le preguntó si dicha devoción le serviría de algo, a lo que el religioso contestó: “Si sabe tirar golpes, sí, y si no, pues no.”
    Lo anterior viene a cuento  porque recordamos que cuando la actual comuna tomó posesión, sin que nadie lo llamara, casi como una aparición, llegó el cura Gelasio y les bendijo. Como hoy no  puse caricatura, pongo las fotos de dicha intervención clerical extraídas de mi archivo.
     Aparentemente fue el efecto contrario, pues para que algunos ediles, funcionarios e incluso empleados atiendan a la ciudadanía como debe de ser, hace falta ya no una bendición, sino un exorcismo.
   Si usted se encuentra en algún sitio del Palacio al regidor indígena Lázaro Tomás Miguel, y le quiere tratar algún asunto, más vale que tenga usted buena condición física para hablar y caminar al mismo tiempo, pues dicho edil no se detendrá para atenderlo, seguirá caminando.
     No nos debería extrañar dada su extracción indígena, pero quienes vimos a su hermano Margarito cuando fue regidor y nos recibía de la más atenta de las formas, sentimos que es verdad el dicho que dice de las de acá que “no todos los dedos de la mano son iguales”.
    Ojalá su sobrino y suplente si llega, sea mejor. Quizá no sea de extrañar en un maestro, ya que a una mayoría de ellos les queda el síndrome de tratar a los demás como si fueran sus alumnos. Por lo consiguiente andan algunos empleados.
     En una ocasión, un amigo falleció en la soledad, lo encontramos hasta los cuatro días, por lo que urgía sepultarlo a la voz de ya, tan pronto retornara de la necropsia. Fuimos a ver al regidor quinto, de panteones, para que diera un permiso provisional para abrir la última vivienda en el depósito de calcio.
     No estaba, por lo que nos recibió un burócrata sindicalizado, a quien le pedimos orientación. Insistiendo en que si no le decíamos a él poco se podría hacer, a fuerza quería saber todos los pormenores y no nos orientaba. Ante tal conducta, lo ignoramos y fuimos al Registro Civil.
    La titular, Lic. Juanita Herrera nos atendió de maravilla al igual que Leticia Sánchez Cano, y todo se resolvió. Otro caso: en esta administración priísta, parece que a algunas empleadas  las destetaron con chiles en vinagre, pues reciben al extraño con una cara que espantaría a Satanás.
     Ojalá tuvieran el carácter de Rosita Serrano de Castillo, quien en su puesto a la entrada de la Sindicatura atiende con una sonrisa, a diferencia de una de sus compañeras que no levanta la cara del celular y que recibe con expresión de solterona prehistórica.
    Agradecemos al secretario municipal Antonio Herrera Peña que nos haya negado un minuto que le pedimos. Alegó, y se le veía además, que estaba  enfermo de chikungunya, agravada por toda un mañana recibiendo mortales y peticionarios.
   Según nos dijo el Dr. Díaz Rodríguez, tarda una semana, así que insistiremos el próximo jueves. Como hoy, sólo para saludarlo, nada le pediremos. Dios salve al ayuntamiento, porque los humanos, no creo.
      ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de: “Señor, ayúdalos Dios mío, / porque otro ayuntamiento no tengo a disposición”.


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