La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.
De la fuerza armada
tresvallense.
Por Manuel Ábrego.
Le acaba de dar uniformes el Ayuntamiento a
la Policía Municipal. No es una cosa que digamos: ¡Qué bruto, qué uniformes!
Pero como el tresvallense es mago y es de goma, de inmediato los uniformados
vieron que al menos las camisolas están buenas… para mechas de candil.
Es más, algunos ya quieren cargar tres
mechas en la gorra por si les llega la obscuridad durante un operativo. Y sorpréndase
el amable lector, pues no les dieron botas, las importantísimas botas, con lo
cual van a quedar muy mal con la Iglesia, ya que a ella le gustan las almas
devotas.
No es que seamos exigentes, pero las botas
son seguridad, protección, y si no lo cree, vea a los bomberos, traen saco amarillo
y botas hasta las esas. Por supuesto que esta breve no es para enseñar a
gobernar, ni mucho menos para que todo un regidor de seguridad sepa cómo
equipar a sus valientes.
Pero al menos debería ver por su gente. En
administraciones municipales anteriores, por muy chafa que fuera el suministro,
se daban a los agentes del orden buenas botas, buen uniforme y alguien, no me
acuerdo quién, les llegó a dar hasta ropa para acondicionamiento físico.
Pero en fin, estamos en Tres Valles y ni
modo que nos suicidemos. ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero
al ritmo de: “Alguien vendrá, y botas venderá, / alguien vendrá, las venderá a
ti”.
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