lunes, 21 de diciembre de 2015

La piedra en el zapato. De aquellos tiempos.



La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.
De los tiempos aquellos.
Por Manuel Ábrego.
    Nadie debe de aspirar a regresar a los tiempos aquellos, lo cual sería una falta de madurez. Nadie de los que vivieron esos tiempos debe de olvidarlos, lo cual sería una falta de madurez.
    Hoy, se recuerda que por estas fechas, por ejemplo el doce de diciembre, abundaban los puestos de fotógrafos en los cuales se retrataba a los infantes con trajes indígenas para la gráfica del recuerdo.
    Este año hubo uno solo en el Parque y sin burro, pues los papás trabajaron como un burro para comprar el celular o la Tablet con los cuales grabaron a sus pequeños y se ahorraron la típica fotografía en el cada año menos típico puesto.
     Respecto al burrito de carne, entre los circos que los compraban cuando traían tigres y leones, las motocicletas fiadas y la abundancia de vehículos de alquiler, han hecho que hasta en La Burrera escaseen los jumentos. Vamos, con el Internet hasta disminuyeron en las escuelas.
     En cuanto a los pollinos de peluche, madera y otros materiales que esos viejos fotógrafos ponían para la foto del recuerdo, a no ser por las polillas pocos los recuerdan, y los niños que aparecían en las simpáticas imágenes tomadas esos tiempos, hoy son profesionistas y no las enseñan ni de chiste.
     Si algunos no quieren enseñar las que mandaron hacer sus papás cuando se usaba que los bebés posaran vestidos solo con el ombligo, o como quién dice, descalzos hasta el cuello.
     Otro recuerdo de los vetarros tiempos eran aquellas funciones que hacía el CAM 35, cuando se buscaba recaudar fondos para los nobles alumnos de la igualmente noble institución. Cerraban el callejón que da al Templo de Cristo Rey, y ni el cura se atrevía a hacerles competencia, al menos ese día.
    Tampoco hacía nada por ellos, pero que no estorbara ya era bastante. Munícipes y sus cónyuges, ambos de codo blindado, a la vista de nuestros niños especiales soltaban algún donativo, aunque uno o dos mandaran luego a buscar alguna factura para cargarle la donación a las arcas municipales.
    Antes, Santa Claus llegaba con un trineo más improvisado que la mayoría de los funcionarios municipales, y a esperar con cámara en mano. Ya ningún infante busca un retrato junto con Santa Claus, pues en Tres Valles se puede esperar más de los Reyes que de él, sobre todo cuando hay ofertas.
     Aún así, este año vimos a Santa Claus en la posada de los Reyes, si bien no se sabe si se sumó al proyecto o si iba de espía de los rojos, como pasó el día de la venida de López Obrador, que desde los balcones los rojos tomaban nota. O sea, cuando se desplazó AMLO de allá para acá, no piense bien.
     Y para rematar lo de los tiempos idos, recordamos que cuando se hablaba de los rojos, era en relación a los comunistas de cualquier nacionalidad, y los ataques contra ellos solo eran de la Santa Madre Iglesia Católica.
     Hoy en nuestro sufrido municipio, desaparecieron los comunistas, pero se quedaron los rojos del PRI, y los representantes de la Santa Madre Iglesia Católica les sacan lo que pueden, aunque sea pintura para el Templo.
     Por otro lado, afortunadamente quedó la costumbre de que las señoras preparen ricos platillos tanto para Navidad como para Año Nuevo, con gran variedad de especias y sobre todo, de chiles, pues como se sabe, para el mexicano un dicho lo describe todo: “Comida sin chile, entierro sin difunto”.
    ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de la canción chilena: “Mi Chile lindo y querido, / si muero cerca de ti”.

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