sábado, 12 de septiembre de 2015

La piedra en el zapato. Del PRI, caníbal del PRI.



La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.
Del PRI, caníbal del PRI.
Por Manuel Ábrego.
   Al menos en Tres Valles, que de repente refleja en pequeño al País, el Partido Revolucionario Institucional es caníbal de sí mismo.
     Hace años, los priístas iban a Xalapa a solicitar concesiones de taxi para unos pocos que trabajaban su unidad como empleados. Se las daban con la consabida condición de que fueran siempre fieles al PRI. Y lo siguen siendo.
   Tan fieles como los nuevos concesionarios que fueron a Xalapa a pedírselas al gobernador. Las placas de taxi, por supuesto. Priístas todos ellos. Es más, cuando Fidel Herrera estaba en una de sus campañas, la entonces delegada de Tránsito Helen Domínguez ofreció placas a quienes lo apoyaran.
    Y no faltó el panista que por un juego de ellas se puso rojo hasta la gorra. O sea, la que se usa encima del cráneo. Como recompensa, su automóvil Athos trae orgullosamente placas para taxi veracruzanas, y cobra por trasportar mortales. Claro, el mercado se satura.


      No es caso único el de las placas. Si un grupo de comerciantes ambulantes ve que no hay muchos en una ciudad, se afilia al PRI, le dan su permiso. Poco tiempo pasa antes de que otros vean que es buen negocio, se afilian al PRI,  piden sus permisos, saturan el mercado y adiós armonía.
    Así pasa en muchos giros. Pero todos son deudores del tricolor, y llegada la hora les pasa la factura, aunque tengan que comerse unos a otros. Locatarios y tablajeros, comerciantes, prestadores de servicios, todos conseguirán con el Revolucionario lo que quieran aunque después peleen por la clientela.
    Y los pleitos serán con su competencia, priístas de hueso colorado.  Lo más inquietante del asunto, es que en casi todos los casos o al menos en el de los taxistas, solamente el gobernador puede parar las concesiones, según un dicho que le atribuyen al dirigente transportista Enrique Ramos Rodríguez.
    ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de: “Ay papá, ayer cuando votaba, / encontré un PRI que devoraba”.

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