jueves, 20 de julio de 2017

La piedra en el zapato. De gente y Leyes.



La piedra en el zapato, azote de huleras y culebros.
De gente y Leyes.
Por Manuel Ábrego.
    Los dos principales componentes de las vidas cívica y política son las gentes y las Leyes.
    Hay gentes, mayormente en la burocracia, que esperan las nuevas Leyes o alguna modificación importante en las mismas; pues serán herramienta mejorada para quienes tengan ganas de servir para el bien común, y serán una ayuda para aquellos que tengan la mente torcida, para lucrar.
     Desafortunadamente, aparte de que es difícil para el Pueblo distinguir en la burocracia a unos y otros, cuando se dan cuenta ya los de mente torcida hicieron de las suyas. Ya lo dijo el Más Grande de todos los maestros, “los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la Luz”.
     Una de las disposiciones que se están aplicando, es el empadronamiento de los vehículos de alquiler, y ya quienes están relacionados con los taxis se la pasan pensando, lo que ya es decir, pero en las consecuencias, pues saben por experiencia mexicana que será un cheque al portador para los corruptos.
   Hay dichos que aseguran que “en el arca abierta el justo peca”, que “una parte de los mexicanos se levanta pensando a quién perjudicar y la otra parte a no dejarse”; “que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, y otras lindezas. Sólo Dios sabe. El caso es que pocas Leyes y Reglamentos escapan.
     De ahí que una pequeña parte de los que desean ser colaboradores de uno u otro nivel de Gobierno sueñen con un huesecillo en el que puedan medrar, a veces con ganancias superiores al salario.
    Incluso entre los ediles, en una posibilidad en un millón, podría darse el improbable caso que como ganancia, pusieran sus dietas en segundo lugar. Y esas dietas han sido en Tres Valles la de alcalde, superior a sesenta mil pesos al mes; de síndico, arriba de cuarenta mil y de regidor, más de treinta mil.
     Pero en fin, vengan las nuevas Leyes, que el que quiera servir servirá y quien quiera servirse… imagine el lector. ¡En la torre!, dijo el buitre y siguió bailando, pero al ritmo de: “La Ley ha muerto, viva mi ley”.

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