La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
Del exilio dorado.
Por Manuel Ábrego.
Hace tantos años que ya formaron más de
medio siglo, estaba un súper jefe en su camita leyendo según testigos “Mi
lucha”, de Adolfo Hitler. Hasta su recámara llegaron militares para decirle que
por orden del Presidente de la República se iba de México. Así, a la de sin
susto.
Lo subieron a un avión y paró hasta
Brownsville, Texas. El célebre exiliado era Plutarco Elías Calles y el
presidente que lo sacó fue Lázaro Cárdenas. Por supuesto que no faltó quien dijera
que Tata Lázaro procedió de esa forma a fin de guardar el orden en la
República.
Hace unos días, al Lic. Fidel Herrera
Beltrán le dieron un exilio que algunos califican de dorado, en Barcelona, donde se habla el mismo idioma, se come casi como en México y hay constumbres parecidas,
si
bien más tardó en subir al avión, que la maledicencia popular en soltarse.
Que lo mandaban para desquitarse de lo que
nos han hecho los españoles, o que lo enviaron a Barcelona porque nadie vende
boletos para la Estación Espacial, y así por el estilo.
Lo que se ha comentado hasta la saciedad es
lo misterioso del asunto, que para algunos aparece más claro que el agua, si
bien a su vez aclaran que no es el agua que nos da CAEV.
No es un diplomático de carrera, sus
intereses políticos están en México, la mayoría de los económicos por lo
consiguiente así por el estilo. Cuando se regalaba en el estado el órgano
informativo del Duartismo, esa publicación se dio gusto apoyando a Tío Fide
para la Presidencia de la República.
Por supuesto que a Enrique Peña Nieto, el
mismo periódico lo tenía en un concepto peor que el que él mismo se ha forjado
en la mente del mexicano. No tiene nada que ver, simplemente me acordé del
detalle.
¡En la torre!, dijo el buitre y siguió
bailando pero al ritmo de: “Me volví a acordar de ti, / cuando supe que te ibas
a Barcelona”.
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