La piedra en el zapato,
azote de huleras y culebros.
De la gente de
Huesolandia.
Por Manuel Ábrego.
Así es, hoy escribimos acerca de los
huesolandeses, habitantes del municipio de Huesolandia.
Dicha demarcación abarca muchos
municipios, en los cuales sus vecinos se distinguen por su adoración al Sagrado
Hueso. Pero no aquellos “hueso frio” o “hueso caliente”, de difuntos o de
fiestas, respectivamente. No. Se trata de aquellos que responden a los días de crisis
buscando un hueso municipal.
Cualquier hueso es bueno, no importa si se
es por ejemplo, arquitecto, y le conceden un huesecillo de albañil, el cartón
es lo de menos, la chamba y el cobro quincenal son lo que cuenta. Total, mejor ser
un matacuás con cuatro años de quincenas seguras, que un arquitecto
desempleado.
Es ésa la razón por la cual cientos de
huesolandeses cambian de la habitual personalidad a otra diametralmente
opuesta: los fríos se calientan; aquellos tímidos se hacen combativos; los
apartidistas se tornan en partidarios; los de azul se vuelven rojos; los güeros,
morenos, y siga usted con la cuenta.
Los mismos dirigentes de los partidos, han
clasificado en esta temporada a sus amigos en dos categorías, los que participan
y hay que hablarles a cada momento, y los que no participan y no vale la pena
recordarlos.
Todo lo anterior en tiempo electoral, todo
sea por un hueso. Es más, hasta quienes odiaban la música guapachosa o la de
banda, corean las consignas musicales de época, guapachosas o de banda, por uno
u otro candidato, si bien alguno de éstos se vuelve candidote.
Y las sorpresas, que de tan seguidas ya no
sorprenden. Azules que por años han comido de Acción Nacional, hoy apoyan al Revolucionario. Empresarios que
recibieron dinero a fondo perdido del azul en tiempos de Calderón, hoy vuelven
al redil y apoyan a Mateo Ortiz.
Morenos, que daban la vida por MORENA y
López Obrador, ahora andan con Movimiento Ciudadano, con el Partido de Trabajo,
con el PAN, claro que buscando el pan para sus familias, y hacen caravanas
impresionantes, cientos de mortales en decenas de vehículos, con cada
abanderado.
Lo cual también es una transformación,
pues de peatones se convierten en vehiculeros. En lo que pocos piensan, o
fingen no pensar, es que en caso de ganar su candidato, no habrá lugar para
tanta gente, o peor aún, que una vez que dejen de fluir los dineros del predial
el primer año, hasta luego mi gabán.
Más o menos por estas fechas, gane quien gane,
la gente que entró no va a ser la que esté en la ubre municipal con su
huesecillo. Será menos. Y es que quienes contienden, no prometen de su dinero,
sino del que esperan que caiga en las arcas municipales, de una u otra
procedencia.
Es lo que pasará, sea que llegue el
pudiente, o que gane quien sólo tiene la alhaja que tenía aquel tipo que
dialogó con el ánima de Sayula. Todos ellos le ofrecen trabajo a sus
seguidores, y prometen obras y circunstancias al elector que a su vez, a veces
no sabe que debe de oír todos los mensajes.
Aunque en ocasiones los mensajes sean
parecidos a la táctica de algunos novios con ganas: “Prometer hasta meter, y ya
una vez metido, olvidar lo prometido”. Hasta meter al candidato en Palacio por
cuatro años, aclaro.
No se menciona ni para ganar votos en
determinado sector, que una vez que se llegue a la Silla Grande se pagarán los
laudos que ya ganaron los demandantes laborales del Ayuntamiento. Nunca ninguno
podrá. Pero estamos en Tres Valles y ni modo de suicidarnos.
¡En la torre!, dijo el buitre y siguió
bailando. Pero al ritmo de: “La señora vio al Palacio y al verlo expresó: ¡Qué
hueso! / El de fuera vio al Palacio y también manifestó. ¡Qué hueso!/ El local
miró a Palacio y al verlo exclamó: ¡Qué hueso!
El de edad miró a Palacio y al mirarlo
coincidió: ¡Qué hueso! / El maduro vio al Palacio y de acuerdo remachó: ¡Qué
hueso! El votante los vio a todos y al verlos exclamó: ¡Qué hue…sos!.